CULEBRA EN PUERTA.

AYYYYYY ¡UNA CULEBRA! ¡UNA CULEBRA!

Es más de la medianoche del domingo para el lunes, cuando el grito desesperado de mi esposa me sacó de la cama como Dios me trajo al mundo. Para aquellos que no lo sepan, vivo una perpetua luna de miel, razón por la cual no uso pijama. ¿Que por qué digo esto? Verán, decía Juan Verdaguer: El pijama es ese accesorio, que el recién casado tiene al lado de la cama, para sólo utilizar en caso de incendio. Dado que duermo desnudo, se puede decir que ando en luna de miel.

Salgo corriendo para el pasillo que da al patio y me encuentro a mi mujer en estado de shock: - ¡EN EL PATIO! ¡DETRÁS DE LA PUERTA! ¡AL LADO DE LA LAVADORA! ¡UNA CULEBRA!

En la parte de atrás de la casa hay un patio como de 8 x 7, donde (entre muchos cachivaches) está la lavadora. Mi esposa había ido a recoger el traje del baño del niño, pues ese lunes tenía clase de natación (obligatoria) en el colegio. Al abrir la puerta e ir hacia la lavadora, vio una culebra negra en el piso. Dado que el patio está todo encementado, al igual que los de las demás casas aledañas, me llamó la atención. Así que le dije:

-¿Tú estás segura?
-PIIIIIIII (censurado) si yo te digo que ví una culebra, es porque la ví, afirmó con resolución mi costilla.

Todo hombre casado sabe muy bien que: “las mujeres, sí saben de culebras, porque esa es su especialidad”.

Tome ud. una niña de 11 años y verá que (sin respirar) de atrás pa’ lante y en cutí, le recita el currículum vitae de Marina Baura y Delia Fiallo sin equivocarse. Pregúntele a ese querubín el porqué Paquita Gallego, después de 7 matrimonios y 733 capítulos, seguía siendo virgen, y muy circunspectamente le dirá: Porque hacía como MARIANNEXTREME; los dejaba con las ganas, matándolos de un infarto. Pregúntele por el tamaño del currículum de la peliteñida, y sin pestañear le dirá: tiene aprobados 3 semestres en la San Marino. Bueno, volviendo a "noche de susto encuerao’":

-¿Por qué no haces como AFRAEL y llamas al “nait uaom uaom”? dijo mi mujercita.
-Porque aquí no existe ese servicio. Además, te cobran. Respondí nerviosamente viendo hacia la puerta del patio.

De pronto, me dí cuenta que mi mujercita manejaba información que yo consideraba que había sido clasificada como altamente confidencial y cifrada.

-¿Y cómo sabes tú que AFRAEL también tuvo la visita de un ofidio? Le pregunté con aire de extrañeza.
-Tú me lo contaste.
-¿Yo?
-Ah pues.

-Bueno, dame la lata de BAYGON a ver si puedo espantarla, le dije a mi esposa.
-TOPOCHO dice que eso no mata ni mosquitos, me respondió al instante.
-Cierto. Es verdad. Lo había olvidado.
- Un momentito, le dije, poniendo cara seria, ¿quién te dijo lo de TOPOCHO?
-Ay tontuelo, dijo mi mujer, el otro día, cuando saliste corriendo para el trabajo, dejaste la PC abierta, en el blog de TOPOCHO.
-¿Yo?
-Ah pues.

-Bueno, ¿vas a salir o no vas a salir?, me increpó mi esposa.
-¿Yo? Pero mujer, ¿no ves que ando chinito, chinito? ¿Y si la bicha resulta caníbal y, confundida, se me lanza sobre las joyas de la familia? ¿Quién me va a succionar el veneno?, argumenté.
-Noooo mi amor, tú no me vas a volver a engañar con el viejo cuento de la famosa machaca. Además, el DR. PEDROSO dice que ese tipo de mordeduras conllevan a un desenlace fatal. Dijo mi mujercita, echando fuego por los ojos.
-¿Porque actúa rápidamente?, pregunté.
-No, porque no vas a sobrevivir a la paliza que te voy a dar, como te la vuelvas a dar de vivo.
-¿Y quién te dijo lo del DR. PEDROSO y las mordeduras de serpientes?, pregunté, estando seguro que esta vez la había agarrado fuera de lugar.
-Fue en una entrevista que le hicieron en el programa de radio de Ana María Simons.
-Ah, ¿ese que hace con, mi contemporáneo, Henrique Lazo?.
-No, ella hace ese programa solita. No necesita de ningún vejestorio.
-Pues no recuerdo ese programa, respondí, sintiéndome descolocado y altamente ofendido.
-Claro, lo pasan al mediodía cuando estás en el trabajo.
-¿De verdad?
-Ah pues.

Total que agarré el insecticida en aerosol y rocié una buena cantidad debajo de la puerta. Mi señora aseguraba que estaba justo detrás de la misma. Esperé un minuto (me pareció un nanosegundo) y abrí la puerta. No ví nada. Al acercarme a la lavadora, la ví. Estaba terminando de ocultarse, justo debajo de la lavadora. Afuera quedaba como unos 20cm de la cola. Me pareció como de un color vino tinto, muy oscuro. La sección que pude ver, era estilizada y de escamas pequeñas y brillantes. Razón por la cual asumí que no era venenosa.

Me incliné y seguí aplicando insecticida, buscando que saliera de su escondrijo. La verdad, fue que se ocultó dentro de la lavadora, en la zona del motor. Regué alrededor, un desinfectante con un alto porcentaje de amoníaco, pero no logré nada. Finalmente, encendí la lavadora. Asumí que si no salía, el mecanismo del motor la destrozaría. Pero nada.

Le dije a mi esposa que, dado que ya eran casi las 2 A.M. y puesto que teníamos que levantarnos a las 5, lo dejáramos así. Al día siguiente, cuando viniera a comer, vería que hacíamos. La verdad, que esa noche (bueno, lo que quedaba) dormí bien empiernao’, como no lo había hecho, en mucho tiempo. Nada es comparable al amor desinteresado.

Resumiendo: al mediodía del día siguiente estaba mejor preparado para hacer frente al monstruoso ofidio. El típico uniforme de la zona industrial de Guayana (un grueso blue jeans y pesadas botas de seguridad) garantizaban un desenlace favorable en caso de que la serpiente resultase venenosa. Después de buscarla por todo el patio, apartando con sumo cuidado cuanto perol estuviese en el mismo, la encontré. Estaba enrollada, durmiendo plácidamente en la batea cercana a la lavadora. La batea no se utiliza. En ella están 2 pares de cholas viejas que utilizamos para lavar el patio y un recipiente de plástico en donde m esposa guarda el detergente o jabón en polvo. La había encontrado y no traía nada con qué sacarla o agarrarla.

Le pedí a mi esposa un alambre fuerte, que terminara en gancho u horquilla. Increíblemente, mi esposa dio con el mismo. Me trajo una rama del arbolito de navidad desarmable. También trajo una caja que le había pedido. Sin saber si la serpiente me iba a saltar, lanzarse al piso, o serpentearme por la “rama” del arbolito hacia mi mano, procedí (con muchos nervios) a intentar engarzarla por el centro de la sección enrollada. Lo hice y quedé maravillado con lo que sucedió: la serpiente se dejó izar y lo único que hacía era reptar o serpentear, hacía arriba y hacia abajo, con la media mitad correspondiente a la cabeza. Era en verdad hermosa. De cabeza pequeña y estilizada, me terminó de confirmar que no era venenosa. Su vientre era blanco y su lomo todo moteado con colores terrosos y rojizos. Elevaba su cabeza hacia mi y oteaba el aire sacando su lengua, Le calculé como 1,20 metros. La metí en la caja y me la llevé para la empresa. Cosa que, como entenderán, no puede hacer RoRRo, así la Über Boss Lady esté de vacaciones.

En la empresa, se la entregué a un compañero de trabajo que gusta mucho de los animales salvajes (no, no es el jefe de personal). En su casa tiene 2 tragavenados y 2 halcones. Su hijo, que actualmente estudia veterinaria en Barquisimeto, fue una de las personas que trabajó en las labores de rescate de animales atrapados durante la formación del lago de la represa de Karuachi. Mi compañero, de lo más entusiasmado por el “regalo” fue y abrió la caja. Apareció la serpiente irguiendo su cabeza y ¿adivinen qué?, el señor intentó agarrarla. El animal, a la velocidad del rayo, fue y lo mordió en el índice de la mano derecha. El hombre no se amilanó e intentó volver a agarrarla. Nuevamente, la serpiente lanzó una dentellada. Esta vez, sólo le rozó la piel. Mi amigo, de lo más tranquilo, me hizo saber que el animal estaba muy nervioso y de ahí su “irritabilidad”. Se le olvidó preguntar cómo estábamos el resto del personal de la empresa (nada que ver con la de RoRRo). La guardó nuevamente en la caja y dijo que se la iba a llevar a un amigo especialista en ofidios. Antes, nos informó con mucha seriedad, que no debíamos intentar lo que él acababa de hacer pues, de haber sido venenosa la serpiente, ya él estaría muerto.

Al regresar de visitar a su amigo, que trabaja en el parque Loefling, donde hay un pequeño zoológico (en el más completo abandono) de animales rescatados en la formación del lago Guri, fue y me dijo: se trata de una boa tornasol (Epicrates cenchria). Es un animal que llega a medir 2 metros. La que estaba en mi casa tenía sólo 0,95 metros (95 centímetros). Como toda boa (la tragavenados lo es) mata por estrangulamiento. Son de hábitos nocturnos (cazan de noche) de ahí que mi esposa se tropezara con ella esa noche y yo la encontrase durmiendo al mediodía. Son de movimientos lentos, razón por la que no llegó a saltar al ser capturada. Gusta de trepar en los árboles, motivo por el cual buscaba enrollarse sobre el alambre con que la tenía suspendida. En pocas palabras, tuve suerte. Pues, de ser otro tipo de ofidio, hubiese saltado inmediatamente al piso buscando escabullirse.

Lo que resultó extremadamente raro, es que este tipo de serpiente no tiene por habitat esta región de Guayana. Asumo que llegó por la alcantarilla del patio. La misma, va directamente a la cloaca de la calle a través de una tubería de 4 pulgadas de diámetro. Debía estar cazando ratones en la cloaca, que está muy seca, debido al clima de sequía y extremo calor, que se vive en estos momentos en Guayana. Otra explicación, no le encuentro.