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Monsieur l'abbé, detesto lo que escribe, pero daría mi vida para hacer posible que Ud. continúe escribiendo. (Carta de Voltaire a M. le Riche. Febrero 6 de 1.770)


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Ciudad Guayana, domingo, 26 de noviembre de 2006

¿QUÉ ELEGIMOS EL 3 DE DICIEMBRE?

El próximo 3 de diciembre los venezolanos acudiremos a unas elecciones en donde por primera vez está contemplada la posibilidad de una reelección presidencial. En estas elecciones, mas que decidir en torno a las cualidades de un candidato, se está decidiendo el futuro del sistema político venezolano. Es decir, intrínsicamente estaremos eligiendo el tipo de leyes que regirán y limitarán nuestra actuación dentro de la sociedad y por ende nuestro futuro y posibilidades desarrollo personal, tanto para nosotros como para nuestros hijos.

El venezolano debe pensar, que con su voto está eligiendo y legitimando un sistema de gobierno. La indiferencia de muchos compatriotas no se corresponde con el carácter gregario propio del ser humano. Su decisión como individuo, de vivir dentro de una sociedad, no es accidental ni mucho menos le ha sido impuesta. Su presencia dentro de ese conglomerado heterogeneo llamado sociedad, responde al deseo de superación y búsqueda de bienestar que ha caracterizado el desarrollo del ser humano desde que el homo erectus evolucionó para dar lugar al homo sapiens. No puede, por consiguiente, decir o pensar que se abstiene de participar en la decisión de lo que será el curso de esa sociedad pues él, como individuo y ciudadano, también forma parte de la misma; de esa sociedad de la que ahora no cree sentirse comprometido u obligado para con ella.

Debemos pensar, que más que votar por un candidato estamos votando por un sistema de gobierno. Sin entrar a discutir la ética, moral o valores de los candidatos, resulta indiscutible que el mensaje y el proceder de cada uno de ellos representan 2 formas diferentes de gobernar y por ende 2 formas diferentes de visualizar el desarrollo de la sociedad venezolana.

El candidato en torno al cual se han aglutinado la mayoría de los partidos de oposición, es un personaje carente de verbo o del poder de la oratoria y si se quiere falto de ángel o don de gente; eso hay que reconocerlo. Sin embargo, se trata de un hombre formado en la política desde que era delegado estudiantil en el bachillerato y por ello ha aprendido a aceptar (y entiende perfectamente) el juego de la alternabilidad en el mando o poder, como una regla fundamental de la democracia. Y ese es el principal valor intrínseco de su muy limitado discurso: la garantía de la alternabilidad democrática. Nunca se le ha oído expresar públicamente, a voz en cuello, su deseo de gobernar más allá del período establecido constitucionalmente. Por el contrario, públicamente ha expresado su intención de disminuir el período presidencial a 4 años, como ocurre en los diferentes sistemas democráticos de países del primer mundo, tales como los EEUU, Reino Unido, España, Alemania, o de países latinoamericanos como Colombia, Chile, Ecuador, Costa Rica. Y personalmente creo, que esa simple idea, ese manifiesto rechazo de buscar la permanencia en el poder, es algo que en estos momentos tiene un valor indiscutible para aquellos que creemos en el sistema democrático como aquel que permite que todo venezolano pueda aspirar (de así quererlo) a ser presidente de Venezuela.


Por su parte, el candidato presidencial que aspira a la reelección es una persona de un indiscutible carisma a nivel popular, decidido y de carácter autoritario, dada su formación militar. El Presidente no sólo va en la búsqueda de una reelección sino que, tal como lo manifiesta cada vez que tiene la oportunidad, quiere la integración de un partido único y de un gobernante (su persona) con igual cualidad. Es decir, el actual mandatario busca permanecer en el poder mientras la salud se lo permita. Esto implica necesariamente que dentro del orden de la legitimidad se tendrá que modificar la Constitución, bien sea para garantizar la reelección permanente o para simplemente eliminar el sistema de elección tal y como lo conocemos. Para ello, la concentración de los poderes tradicionales en una sola persona es algo que no sólo resulta fundamental, sino que se han venido dando pasos en la cimentación de ese proyecto, tales como la eliminación de la cámara legislativa bicameral, la modificación de la Constitución para alargar el período presidencial y permitir la reelección del mandatario, la aprobación (a nivel legislativo) de numerosas leyes por mayoría simple, cuando la ley orgánica establece que deben ser aprobadas por mayoría absoluta, la reestructuración del TSJ, la designación a dedo de figuras emblemáticas para el equilibrio democrático, como resultan serlo el Fiscal General, el Defensor del Pueblo y el Contralor General de la República.

Son 2 ideas, dos concepciones de visualizar la forma de gobernar un país, que si bien las percibiremos en un tarjetón en formas yuxtapuestas, resultan en verdad no sólo antagónicas, sino excluyentes. Una es centralista y unipersonal; la otra fomenta la división de los poderes y la descentralización del Estado, razón por la cual necesariamente tiene que ser pluralista, pues de otra forma estaría negando su concepto político.

Sirva la ocasión para hacer referencia a diferentes pensamientos de El Libertador Simón Bolívar en su discurso ante el CONGRESO DE ANGOSTURA en 1819. Discurso en el que presentó su concepto de república (en una América gobernada hasta entonces por una monarquía ultramarina o extra territorial) y cuya trascendencia y valores tienen hoy en día más vigencia que nunca. Por cierto que, resulta ser precisamente Simón Bolívar la figura moral por la que nuestro presidente no pierde oportunidad de manifestar su gran admiración y respeto, al punto tal de haberle colocado su nombre al país (República Bolivariana de Venezuela) y de citarlo cada vez que la oportunidad se lo ha permitido.

La continuación de la autoridad en un mismo individuo, frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.


Y más adelante, como quien viese venir el desarrollo de lo que será la sociedad venezolana actual, va y declara:


Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el patriotismo; la venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo pervertido, si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.

Finaliza El Libertador, su discurso ante el Congreso, con la siguiente exhortación, la cual bien pudiese ir hoy en día dirigida a aquel venezolano indiferente tanto al acontecer inmediato como al futuro de la sociedad venezolana; a aquel venezolano...abstencionista:


Dignaos, legisladores, acoger con indulgencias la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.

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4 COMENTARIOS:

A las 1:25 p. m., Blogger Unknown vino y dejó por escrito:

Plasmas con mucha coherencia loq ue he intentado expresar: no estamos votando " otra vez" , estamod decidiendo como ser'a nuestro futuro. Un saludo.

 
A las 8:09 p. m., Anonymous Anónimo vino y dejó por escrito:

Ya lo dices tú, no es el momento para dejar que otros tomen una decisión tan importante. Cada quien debe desechar toda la propaganda en torno a los candidatos y pensar en cuestiones más importantes y fundamentales.
No es momento para abstencionistas ni indeciso.
Es hora de decidir.

 
A las 7:51 a. m., Blogger Unknown vino y dejó por escrito:

Esto lo leo luego de las elecciones, y èsto es lo que definitivamente no ha entendido el país.

Conceptos tan básicos como la separación de poderes, tan esenciales como el principio de legalidad es lo que falta enseñar al "pueblo", ese marginado, ese alejado de tantas posibilidades y aquél que antes beneficios antes no recibidos, vota por agradecimiento y no por convicción, aquel que siente que es la primera vez que entran a su barrio.

Ahhhh sin duda alguna materia para seguir analizando, pero que seguira siendo así por mucho mas tiempo. Lamentable pero cierto¡

 
A las 5:12 p. m., Anonymous Anónimo vino y dejó por escrito:

Resulta patético verlos repetir como loros la tesis de la “acumulación de poder”. Si eso fuera cierto hace mucho tiempo que se habría sentenciado a zarrapastras capaces de poner bombas en automóviles, asediar una embajada extranjera o asesinar campesinos. La verdad si existen dos visiones: una donde el dinero y el poder que emana de este manda y otra donde el pueblo manda. Si se modifica la constitución será porque el pueblo así lo decidió, si un gobernante permanece o se va también. Entonces ¿cuál es el miedo? ¿Qué prefieren, que mande el pueblo o mande el dinero? No importa cuan hábiles sean zurciendo sus argumentos, siempre se les ven las costuras. Uds. no son demócratas y acusan a los que han ganado ocho veces de no serlo. Resultan patéticos.

 

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