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Desde el escritorio de KBULLA

Monsieur l'abbé, detesto lo que escribe, pero daría mi vida para hacer posible que Ud. continúe escribiendo. (Carta de Voltaire a M. le Riche. Febrero 6 de 1.770)


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Ciudad Guayana, domingo, 9 de enero de 2005

UNA SERIE DE EVENTOS... MARGARITEÑOS

Bueno, pues resulta que a última hora me fui de vacaciones. Como uds. verán, cuando los demás vienen, yo voy. Sí, ya se lo que están pensando. Pero no se crean; no son nada originales. La primera fue mi mujer. Al año de casarnos y al ver que yo siempre iba como nadando contra corriente, fue y me dijo: KBULLA eres un perdedor.


Pero qué le vamos a hacer. Hay gente a la que el destino los lleva agarrados de las manos. En el caso mío, me lleva arrastrado del gañote.


El caso es que yo no tenía planificadas estas vacaciones. El mismo viernes 31 recibí una comunicación de la ONG Blogueros sin Fronteras, premiándome con una semana en Margarita (con los gastos pagos) por mi artículo de VICISITUDES DE UN BLOGUERO CASADO. La CBB (Cooperativa de Blogueros Bolivarianos) me descalificó a última hora por aparecer mi nombre en un listado de personas que malinterpretaban el concepto de democracia participativa. Una cosa es asumir con “consencia” plena la democracia y otra muy diferente el confundirla con un libertinaje rayano con el antipatriotismo, me explicó el presidente de esta cooperativa. Dado que el premio era una colección de 12 volúmenes (empastados en piel de camello iraquí) de las Lecciones Magistrales del queteconté (con prólogo de un tal Ilich, Vladimir, Lenín -o algo así- de apellido Sánchez) ni me molesté en protestar.


El caso es que agarré a mi mujercita (al igual que la tarjeta, nunca salgo sin ella) y me embarqué para Laísla.


Llegamos de noche al hotel. Así que, a la mañana siguiente, nos fuimos bien tempranito a desayunar al buffet que servían en el comedor. Mi esposa, que se había adelantado, salió corriendo del mismo al tiempo que me gritaba: ¡un antro! ¡un antro!. Resultó que los comensales eran unas personas que, en su mayoría, eran de 2,10 x 2,10 y rojos como un camarón. Tenían tatuajes y percings hasta...bueno, este...sí, hasta ahí mismito. Pensando que había entrado en un bar del muelle de la Bahía de Juan Griego, le pregunté a un mesonero:

-Disculpe, ¿el comedor del hotel?
-Éste es, señor.
-Pero, ¿y estas personas? Pregunté entre apenado y asombrado.
-Son turistas holandeses, señor.

Conocido es por todos el espíritu de sacrificio de esta raza europea. De su lucha titánica por ganarle tierra al mar. Pero quedé asombrado del nivel de estoicismo que logra alcanzar esta gente. Frente a platos rebosantes de comida, estas personas mantenían una verdadera lucha personal. Contemplando los pináculos de comida, fumaban cigarrillo tras cigarrillo, al tiempo que se hacían el propósito de no probar bocado. Dios, ¡qué fuerza de voluntad!

HERMES debió haber visto esto. Una cosa es hacerse el propósito de dejar de fumar y otra, muy diferente, el luchar contra el hambre. En las situaciones límites es donde se vé de qué están hechas las personas. Donde esté un holandés con un cigarrillo, a la mier... con los fat burners.


Bueno, mi señora se negó a volver al comedor y no quiso oír razones de holandeses, alemanes, daneses o cualquier otra raza sajona. Total que terminamos desayunando en una taguarita en la playa. Allí fuimos atendidos por sus propietarios: Alcides y Francisca. Pareja que nos atendió a cuerpo de reyes.

Al principio Francisca nos atendió con cierto recelo. - ¿Ustedes vienen de Caracas?, preguntó. Le respondimos que no. Que veníamos de Guayana e inquirimos (¿o será inquerir?) el porqué de su pregunta. Como respuesta, Alcides nos mostró la primera plana de un periódico regional: COMERCIANTES DEL SECTOR LICORERO DE LA ISLA GESTIONAN ANTE CADIVI NUEVA ASIGNACIÓN PARA IMPORTACIÓN.

-Un grupo de caraqueños, que vino por ferry, acabó con el licor de la isla que, se pensaba, iba a alcanzar hasta Semana Santa, acotó Alcides.
-Mire, me dijo, a mi me han montado en autobús a las concentraciones esas de La Campiña, allá en Caracas, frente a un edificio que mientan PPTSA. Y le voy a decir una cosa: solamente allí fue que yo ví algo parecido a la caña que "jaló" esa gente aquí.
-Mire, intervino Francisca, el impacto que este grupo ha causado en la comunidad margariteña es tan grande, que hasta las costumbres regionales cambiaron. Por tradición, los pescadores no se hacen a la mar los 31 de diciembre, ni los 1 de enero. Sin embargo, este año se vieron en la obligación de salir a pescar esas especies exóticas y secretas con que se elabora el famoso "ROMPE COLCHÓN".


Según me explicó esta pareja, no hubo viandante de playa al que este grupo (algunos lugareños los calificaron de turba) no “asaltaran” para quitarle el tan renombrado frasco. La situación se tornó crítica cuando se fueron de visita al Museo en Boca del Rio y se comieron los moluscos (que están en el acuario de contacto) con que cuenta dicho museo. Decían que seguro que el Rompe Colchón estaba elaborado con esos “animalitos”. Es más, amenazaron con no dejar la isla si no los apertrechaban con una docena de garrafones (del tamaño de los de agua mineral) de aquello que, ellos mismos, calificaron como un auténtico “levanta muertos”.


Si bien no llegué a saber quienes eran, Alcides me dijo que deben pertenecer a alguna secta o logia. Una mujer fungía como shamana o sacerdotisa del grupo. Portaba una extraña carpeta metálica que abría sobre las mesas y (Alcides me lo juró) enchufaba en el primer tomacorriente que encontraba. Se ponía a verse la cara en una de las hojas de la carpeta, como periquita que se ve en espejo. Paralelamente, corría las manos sobre la otra mitad de la carpeta, como quien busca liendres de piojos, me dijo Francisca. Se comunicaban en lenguaje de códigos altamente cifrados. A duras penas Alcides me pudo citar palabras como TEMPLATES, PASSWORD, EDIT, RSS, DELETE, HTML, BLOG y, hubo una palabra que pronunciaban frecuentemente, pero que no supo decirme como se escribe. Es algo así como “venebló”, me acotó Alcides.


-Mire, intervino Francisca, no me pregunte por qué, pero el gobierno regional ha prohibido cualquier cosa que tenga que ver con la palabra cereza. Con decirle que hasta la canción de Luís Mariano –Cerecita- está prohibida en la isla.
-Dicen, a mi no me consta, (comentó en voz baja Alcides) que es el nombre de la sacerdotisa del grupo ese.


A todas estas mi mujer, que parecía que estaba viendo como rompían las olas sobre la playa, fue y dijo de zopetón:

-Mi amor, ¿y ese Rompe Colchón no será mejor que el viagra?

Si bien Alcides, para disimular, se puso a limpiar el mostrador y Francisca a voltear las empanadas, ya el mal estaba hecho.

-Reina, ¿tú no es y que querías ir al Sambil?, dije simplemente para romper el incómodo silencio.
-Ay, siiiií. Y a Sigo, y a Conejero y la 4 de Mayo y...


Como el lector podrá comprender, la intimidad de un hombre no tiene precio. Para controlarle la lengua a mi mujer, existe Master Card.


-Mire, dijo Francisca dirigiéndose a mi esposa, eso del viagra ha sido miseria para la isla.
-¿Cómo así?, preguntó mi costilla.
-Eso lo que ha servido es para dañarle la brújula a nuestros hombres y la pesca se ha venido a menos, explicó. Verá, cuando tu hombre va a salir de pesca, agarras y, bien tempranito, a golpe de 4 de la mañana vas y le levantas la cobija. Le echas una buena mirada a la brújula. Si apunta pa´bajo, el cardumen está entre la isla de Coche y la península de Paria. Si apunta pa’ la izquierda, hay que ir a pescar hacia la isla Los Testigos. Si apunta pa’ la derecha, pues para la isla La Tortuga.

Francisca tuvo que interrumpir su explicación para atender a un comensal. Ni bien terminó, volvió a sus quehaceres olvidándose de su particular manejo del “sonar margariteño”. Mi esposa, viendo que no terminaba de echar el cuento fue y le dijo:

-Señora Francisca, ¿y si la “brújula” apunta pa´arriba?
-Ay mi hija, ¿quién va a salir a pescar con semejante temporal?
-Ahora con el viagra, explicó Francisca, todos los días son de tormenta.


Nos fuimos a pasear por el Sambil y no tienen idea del papelón que hice. Resulta que yo iba de lo más cómodo con mi guayabera y mis bermudas comprados a los buhoneros del mercadito de San Felix y orgullosamente marcaba el paso con mis alpargatas de pabilo (y suela de neumático de camión) que El Conde del Guácharo me obsequió de una empresita que él montó en Masipán. Me dijo que eso era producto de una inspiración que tuvo cuando oyó hablar de la revolucionaria idea del desarrollo endógeno en el medio rural. Dios mió, ¡qué vergüenza! Aquello parecía La Pasarela de Las Cibeles en lugar de una zona vacacional de balnearios. Todo el mundo andaba emperchao’.

Mi mujer, que me veía recular, llegó y me dijo: déjate de complejos pendejos. Fíjate en esa gente y quítales lo que traen encima. A ver, quítale a ese los lentes Gucci, la camisa LaCoste, el pantalón Armani, los interiores Calvin Klein (no me pregunten como sabía la marca) los zapatos Sebago y dime qué te queda. Señores, no me lo van a creer, pero mi mujer tenía razón. Lo que vi fue a un pobre diablo. Es decir, vi al propio mandinga.

-¿Y bien, quién es ese señor sin la quincallería? azuzó mi mujer.
-Este...pues...Tribilín.
-¿Tribilín?
-Si mi amor, el propio Tribilín.

Afortunadamente, mi esposa pensó que yo bromeaba y no quiso averiguar más. Así que seguimos paseando, no sin antes guardar en el bolso de mi mujer las alpargatas del Conde.

Total que nos fuimos de compras. Me impresionó la calidad del plástico con que están hechas las tarjetas de crédito y débito. Tu mujer las podrá pasar un millón de veces y ni se arrugan. El que se deforma, consume y reduce a cosa menos que un guiñapo es uno. Otra cosa que llamó poderosamente mi atención fue el avance de los sistemas de conexión bancarios. Ustedes no me lo van a creer, pero vi a un turco en una tienda utilizar unos tamborcitos de Donkey Kong para validar una transacción con tarjeta. Todavía no salgo de mi asombro. ¿Se imaginan si un sistema de comunicación como este cae en manos de Osama Ben Laden?


El regreso fue de Ripley. Al igual que otras veces, agarramos el vuelo 348 (de esa aerolínea que siguió prestando servicio durante el paro del 2001) para Puerto Ordaz. Despegamos puntualmente. A los 5 minutos de estar en el aire, informaron por altavoces que íbamos a entrar en un frente de tormenta y que nos agarráramos hasta con los dientes. El cielo estaba límpido. Volábamos a unos 28.000 pies, según había dicho previamente la flaca aeromoza con cara de fastidio.

Pasaron como unos 15 minutos cuando, por fin, nos dijeron que, afortunadamente habíamos atravesado la tormenta sin contratiempo alguno, pero que (siempre hay un pero) lamentablemente, ya no quedaba tiempo para que disfrutáramos del acostumbrado refrigerio (el vuelo dura 35 minutos).

El lector se preguntará ¿y dónde está lo de Ripley? Bueno, que las veces que hemos tomado este vuelo, sucede lo mismito. Un frente de tormenta, que sólo se ve en la creatividad del personal obligado a escamotearnos el refrigerio (o bien, que no tiene ganas de servirlo) se hace "oportunamente" presente.

Aparentemente, es más importante el ahorrarse un cachito que la tranquilidad y el confort del pasajero. ¿Cuándo nuestro Presidente pondrá el Camastrón a cubrir las rutas nacionales?

5 COMENTARIOS:

A las 2:35 p. m., Blogger K-2 vino y dejó por escrito:

Jajaja, excelente tu post!, a mi esposa también le gustó mucho.

 
A las 4:41 p. m., Blogger Unknown vino y dejó por escrito:

Jejejeje, excelente... me rei demasiado!

 
A las 6:34 p. m., Blogger Topocho vino y dejó por escrito:

Anótame con un Excelente ahí ;-)

 
A las 9:26 p. m., Blogger Melenita vino y dejó por escrito:

Bueno Kbulla, ahora vas a ganarte otro premio por este post...esta vez pa' Maracaibo, pero tu pagas...Estuvo buenísimo, gracias por tu creatividad y humor.
Saludos desde la tierra del sol.

 
A las 8:02 a. m., Blogger Patty vino y dejó por escrito:

jajaja, termine muerta de la risa!.

oye es cierto eso del vuelo, no terminas de despegar cuando ya estas aterrizando :P

 

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